Como no hay plazo que no se cumpla, entre el pasado domingo 3 y mañana miércoles 6 de septiembre habrá de terminar el sexenio presidencial de Andrés Manuel López Obrador y de su carrera política que comenzó con su salida del PRI en 1988 para sumarse al Frente Democrático Nacional de Cuauhtémoc Cárdenas.
Las circunstancias que determinan el funcionamiento del sistema/régimen/Estado definen con claridad los tiempos políticos: la nominación del candidato oficial –del partido en el poder– a la presidencia de la República disminuye de modo natural el poder real del presidente saliente y traslada a su candidato –o candidata– los instrumentos de continuidad de los proyectos políticos sexenales.
El tono de las mañaneras podrá seguir igual, pero su efecto y lectura va a estar determinado por la personalidad del sucesor o sucesora: Claudia Sheinbaum Pardo bastante adelantada en las encuestas y Marcelo Ebrard Casaubón regateando encuesta por encuesta, los dos con personalidad muy definida por sus respectivas trayectorias políticas, frente a la locuacidad superficial de la candidata del bloque de la derecha.
Todo presidente de la República saliente atraviesa por un conflicto lógico, de acuerdo con las experiencias de las sucesiones presidenciales desde que fueron categorizadas por Francisco I. Madero en su libro La sucesión presidencial en 1910. El Partido Nacional Democrático, donde estableció las reglas de la transmisión del poder desde el poder, un enfoque analítico que lamentablemente ha sido desdeñado incluso por la academia. La relectura de ese texto en el escenario de 2024 podría dar claves sobre los tiempos políticos que se vienen.
Hasta ahora, con precandidatos definidos por él mismo, el presidente López Obrador ha ido marcando ritmos y contenidos y acotado las posibilidades que deben mostrar sus potenciales sucesores –hasta que no haya una decisión oficial mañana miércoles– respecto del punto central de la funcionalidad sucesoria: la continuidad personal, de equipo y de proyecto.
En este sentido, el comportamiento político del presidente López Obrador ha sido típicamente priista, lo cual no significa una crítica demoledora sino la identificación de un método en un ambiente político históricamente desordenado y anticartesiano. La movilidad política del mandatario se encuentra localizada en un parámetro que hicieron funcionar todos los presidentes salientes desde el general Álvaro Obregón hasta el presidente Peña Nieto, aunque con la existencia de algunos detalles de coyuntura que no modificaron el funcionamiento del poder transexenal.
De consolidarse la tendencia de las encuestas, la precandidata en modo de corcholata Sheinbaum Pardo tendrá que definir su margen de maniobra real respecto del presidente López Obrador y no como nominada de la coalición morenista. El primer paso tendrá que darse respecto a los modos de las mañaneras porque el presidente López Obrador podría reducirle margen de maniobra a su candidata.
Mañana miércoles terminará el sexenio presidencial de López Obrador. De septiembre a noviembre, el espacio político tendrá que ser de su candidata/candidato, en un entendimiento viable con Sheinbaum o con una ruptura grave con Ebrard. Pero el caso es que el nuevo tiempo político sucesorio comenzará de manera formal mañana miércoles: de septiembre a noviembre, quien gane la encuesta de Morena habrá que construir de manera muy sólida su candidatura.
En noviembre iniciará el proceso formal, aunque el registro de candidatos se extenderá hasta principios de marzo, lo que deja cuatro meses en que las dos candidaturas –la oficial y la de oposición– tendrán que moverse con mucho cuidado por las restricciones autoritarias del INE, con la circunstancia de que también hacia noviembre-diciembre el partido Movimiento Ciudadano de Dante Delgado Rannauro decidirá si compite con un candidato propio sólo para ganar espacios y quitarle votos a la oposición. La campaña formal ya de competencia entre candidatos iniciará en marzo, las elecciones serán el primer domingo de junio y el presidente López Obrador entregará la banda presidencial al ganador de la contienda el 1 de octubre, con dos meses menos del sexenio tradicional de 6 años.
Lo único claro hoy es que el sexenio lopezobradorista terminará alrededor del mediodía de mañana miércoles 6 de septiembre. Y como reza la tradición: “el rey ha muerto, vive el rey” o “a rey muerto, rey puesto”… o reina.
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Política para dummies: La política tiene caducidad política.
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