HOUSTON, Texas.- Los procesos electorales estadounidenses responden a tres características que muchos analistas no toman en cuenta: votan los estadounidenses, no los extranjeros; votan los que dependen de políticas públicas, no la clase media que tiene ingresos y beneficios más o menos garantizados; y votan en la dialéctica ideológica derecha-izquierda, no en función de razonamientos filosóficos.
Los analistas tampoco han podido explicar los columpios pendulares en modo polar: de la derecha imperial de Nixon-Ford a un Jimmy Carter surgido del profundo sur sin bloque ideológico, luego llegaron Reagan-Bush Sr. para destruir al bloque soviético como victoria capitalista, pero les siguió el frívolo de Bill Clinton, y luego arribó Bush Jr. con el neoconservadurismo de una guerra fría inexistente y le abrió la puerta al salto histórico de un Obama de color de piel afroamericano –aunque sin la cultura del negro esclavo–, y su incapacidad para entender la lógica del poder político quiso imponer a la guerrera Hillary Clinton pero Donald Trump y la ultraderecha religiosa les quitó el poder, y al final aterrizó Joseph Biden como un presidente sin ideología y manipulado por los bloques de poder y también sin un proyecto presidencial y fue aplastado por la pandemia, la migración y el narcotráfico y la crisis económica.
Todo lo que se dice fuera de Estados Unidos sobre Donald Trump es cierto aquí dentro, comenzando por su incomprensión de la lógica del poder imperial pero muy asentado en la lógica del sentimiento estadounidense. El tema de la migración le dio resultado en 2016 y en 2020 el discurso sensible de Biden lo sacó de la Casa Blanca, pero en los últimos cuatro años Estados Unidos se ha llenado sin orden ni control de varios millones de migrantes que están tomando el control de la inseguridad, de las calles y de la economía informal. En este escenario, el discurso humanista de los demócratas de Kamala Harris encuentra furia en el ciudadano medio que ha visto la pérdida del control social con migrantes invadiendo los espacios de confort de las grandes ciudades progresistas que enarbolaron la bandera de santuario para ver llegar camiones y camiones de migrantes enviados de los estados conservadores de la frontera con México, sobre todo de Texas.
Las quejas del Gobierno estadounidense, por ejemplo, sobre la inseguridad en México palidece ante los indicios de un incremento desproporcionado de la inseguridad local. En centros comerciales que atraen a millones de turistas hoy existen estrictas reglas de seguridad que antes ni se imaginaban: presencia policiaca armada en los pasillos, guardias de seguridad privada en muchas de las tiendas, colocación de rejas en estantes de mercancía que antes estaban a la vista del público, puertas de seguridad donde antes había un pasillo que cualquiera podía transitar en algún sentido u otro y compradores que despiertan las sospechas como presuntos delincuentes que roban mercancías.
El otro problema que aparece como el lastre del Gobierno del presidente Biden y de muchas maneras ya afectando a la candidata demócrata Harris es el de la inflación, no la de la tasa mensual que sube y baja, sino la de un ritmo consistente de aumento de precios en los últimos cuatro años que ha disminuido la capacidad de compra del trabajador y empleado americano que no ve crecer sus ingresos al mismo ritmo porque la capacidad de la actividad económica también ha disminuido en creación de nuevos empleos.
En comercios al menudeo ha bajado el número de empleados, en las grandes tiendas departamentales se ha reducido el número de encargados de piso o de sección y hay evidencias que se ven a la luz pública de la falta de personal para atender al cliente, aunque hay casos en que en cada piso existen los policías armados o guardias privados, y este dato revela la disminución del ritmo de creación de empleos en el sector formal y la aglomeración de solicitantes de trabajo en negocios de comercios rápidos, sobre todo de alimentos, pero no en otro tipo de sectores donde, por cierto, la robotización sigue avanzando a ritmos acelerados y ahí ha disminuido la oferta de empleo formal.
En este escenario compiten el atrabancado Trump que ha sabido interpretar los estados de ánimo de la mayoría silenciosa –como Nixon, Reagan y los dos Bush–, ahora con el atractivo de atentados o intentos de atentado en su contra que solo han consolidado su figura. Del otro lado se encuentra la vicepresidenta Kamala Harris que no ha sabido hasta ahora –en la víspera electoral– construir una figura sólida y autónoma y sigue dependiendo de un Biden en decadencia y despreciado por su edad y un desesperado Obama que ya perdió su carisma que lo llevó a la presidencia.
De ahí que las elecciones presidenciales dentro de tres semanas están incubando una nueva sorpresa política.
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Política para dummies: la política acumula sensaciones individuales.
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Indicador Político