Los presidentes Luis Echeverría y José López Portillo utilizaron la ficha geopolítica de Cuba en los años setenta y ochenta para construir un muro político en la frontera con Estados Unidos, pero era la época en que la política exterior mexicana lideraba corrientes internacionales que preocupaban a Washington. El presidente Salinas de Gortari manipuló a Castro para que lo apuntalara después del fraude electoral de julio y luego lo abandonó para subordinar a México y su geopolítica a los intereses de la Casa Blanca.
Justo en la coyuntura histórica en que por primera vez un presidente estadounidense de la era moderna solicita formalmente a México que permita la entrada de tropas americanas al territorio nacional para perseguir y destruir a los cárteles del narcotráfico que México no quiere confrontar, Morena –como partido de López Obrador, según la carta de la presidenta al partido dada a conocer el domingo– se traslada a la oficina presidencial de La Habana para firmar un acuerdo político de intercambio –de algo, aunque no se dice qué– con el Partido Comunista de Cuba y con el presidente Miguel Díaz-Cancel como para dar fuerza de Estado a los acuerdos.
O estamos ante dos políticas exteriores mexicanas frente a Estados Unidos –la de Palacio Nacional y la del Palacio de Invierno de Palenque– o se están tomando decisiones con efectos geopolíticos ante la beligerancia creciente de la Casa Blanca sobre México. A Washington le preocupa Cuba no por ser un país que en realidad está en rumbo de colapso social por hambre y pobreza, sino en tanto que representa los intereses directos del Kremlin de Putin interviniendo directamente en la línea roja de seguridad de Estados Unidos que representa la frontera física con México y desde luego el fortalecimiento de Cuba con el apoyo mexicano para seguir apoyando radicalismos populistas –ya no revolucionarios o guerrilleros– en América Latina y el Caribe.
A partir de sus intereses de seguridad nacional y de la militarización del territorio fronterizo para convertirlo en zona de guerra y caracterizar a migrantes y narcos como invasores, Estados Unidos tiene muy claras sus respuestas en modo de defensa de la línea roja y al estilo de toda potencia que protege su frontera física, como la decisión de Putin de invadir Ucrania cuando Zelenski solicitó su ingreso al bloque militar de la OTAN y tener el derecho de colocar misiles a las puertas de la frontera rusa.
Estados Unidos, en octubre de 1962, puso el mundo al borde de una Tercera Guerra Mundial cuando descubrió que la Unión Soviética estaba instalando misiles ofensivos con posibles cabezas nucleares en Cuba y apuntando hacia territorio americano; ahí nació el modelo del bloqueo a Cuba y la movilización de barcos de guerra americanos alrededor de la isla para obligar a Moscú a desmantelar los misiles y regresarlos a la Unión Soviética.
En política tampoco los hechos históricos se repiten, pero los escenarios siempre son los mismos: una cosa es que México ejerza su derecho histórico a un nacionalismo defensivo frente a Estados Unidos y otra cosa que EU pudiera aceptar que Rusia en Cuba asuma a México como una posición beligerante de sus intereses que van más allá del narco y de los migrantes y que tienen que ver con la línea roja fronteriza de soberanía nacional.
Cuando lo nombraron presidente del PRI en Tabasco, Andrés Manuel López Obrador hizo una gira a Cuba para traer toda la experiencia organizativa del Partido Comunista Cubano y replicarla en la estrategia municipal tabasqueña, además de intentar reproducir lo que ha sido una obsesión de López Obrador: los comités de defensa de la revolución (CDR) por manzana para mantener el control político de la sociedad. El gobernador Enrique González Pedrero literalmente se espantó del modelo cubano lopezobradorista de partido y lo relevó del poder para enviarlo al instituto indigenista en el Distrito Federal.
El PRI llegó a tener como punto equidistante al Partido Comunista Cubano, pero siempre se negó a reproducir su modelo autoritario y dictatorial de control de la ciudadanía, y los presidentes Echeverría y López Portillo apuntalaron un poco a Fidel Castro pero no hipotecaron a México a un proyecto político como el cubano. Salinas de Gortari uso a Fidel para que legitimara su toma de posesión como invitado estrella, pero luego firmó el Tratado con Estados Unidos, subordinó la soberanía mexicana en su política exterior a Washington y le dio la espalda a la Habana.
El acuerdo político del partido mayoritario mexicano con el presidente cubano Díaz-Cancel es un asunto de seguridad nacional y geopolítica para los países involucrados: Rusia, Cuba, México y estados unidos.
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Política para dummies: la política distrae, pero no oculta.
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