MARCOS H. VALERIO
En una de las acostumbradas mañaneras en Palacio Nacional, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, abordó uno de los temas que ha sacudido las estructuras del país: la sentencia contra Genaro García Luna. A la pregunta expresa del periodista Juan Hernández, de Grupo Cantón, sobre el fallo del juez Brian Cogan en la corte de Brooklyn, que condenó al «súper policía» a 38 años de prisión, la mandataria federal no vaciló en detallar los cargos que lo llevaron a ese destino.
Comenzó enumerando los delitos por los cuales García Luna fue sentenciado: participar en una empresa criminal continua, conspiración para la distribución internacional de cocaína, conspiración para distribuir y posesión con intención de distribuir cocaína, y conspiración para importar cocaína y hacer declaraciones falsas. Acto seguido, no dudó en recordar los reconocimientos que este exfuncionario había recibido a lo largo de su carrera.
Con gesto severo, la presidenta exhibió cómo, en septiembre de 2004, el FBI de Estados Unidos había reconocido a García Luna por sus supuestas contribuciones en la captura de fugitivos. En 2005, la DEA, por medio de su titular Karen P. Tandy, también lo había elogiado por su “valiosa colaboración en la lucha contra el narcotráfico”, y en abril de 2012, la CIA lo condecoró por su amistad y apoyo en su gestión como secretario de Seguridad Pública.
La paradoja era evidente: un hombre reconocido por instituciones extranjeras como héroe en la lucha contra el narcotráfico, pero que, ante los ojos de la justicia, resultó ser un criminal más, en palabras del juez Cogan, «sin diferencia alguna con El Chapo».
En ese momento, Sheinbaum lanzó una crítica directa al expresidente Felipe Calderón. Con gráficos en mano, mostró cómo los secuestros se dispararon durante su sexenio y recordó la infame guerra contra el narcotráfico, que dejó una estela de víctimas colaterales.
La mandataria leyó con firmeza la reacción del expresidente sobre la sentencia de su exsecretario de seguridad, lanzando un reproche contundente: «Puso al frente de esa política de seguridad a un narcotraficante».
Los medios escuchaban con atención mientras la presidenta lamentaba la hipocresía de aquellos que, ahora, buscan deslindarse de García Luna y del oscuro legado de ese periodo. «Lo que no puede haber es hipocresía», enfatizó, señalando cómo incluso el Poder Judicial había desbloqueado las cuentas de la esposa del exfuncionario. La crítica a Calderón no fue menor, mostrando también las palabras del expresidente francés sobre la fallida estrategia de seguridad mexicana.
«En mi gobierno, jamás habrá colusión o corrupción», aseguró Sheinbaum, enfatizando que cualquier acto indebido será combatido con la nueva Secretaría Anticorrupción. La presidenta cerró su intervención asegurando que su administración trabaja por una paz distinta, alejada de las sombras del pasado y con un mandato popular que busca la verdad y la justicia.
«Que no se nos olvide lo que pasó, sobre todo a los jóvenes, que sepan que este gobierno ha separado al poder político del económico y trabaja con el pueblo», concluyó, lanzando un mensaje claro: el México del pasado no tiene cabida en el presente.
Así, en medio de cifras, reconocimientos cuestionables y sentencias, Sheinbaum dejó claro que, en su gobierno, la justicia prevalecerá, marcando distancia de aquellos tiempos en los que la seguridad estaba en manos de quienes, hoy, están del lado de los criminales.