Mientras al parecer el coordinador de la fracción parlamentaria del partido Morena en el
Senado de la República, Adán Augusto López Hernández tiene un muy leve y rápido
respiro en los señalamientos de los que ha sido objeto por sus nexos con el prófugo
Hernán Bermúdez Requena, todo indica que en Palacio Nacional se le prepara una salida
lo más digna posible de este escándalo en el que no ha bastado que diga que no estaba
enterado de lo que hacía su secretario de Seguridad en Tabasco, eso, solo lo hace quedar
como un ingenuo y cándido político, de esos que nunca han existido .
Y curiosamente, hay ejemplos en la historia reciente de cómo se les da una salida
“dorada”, digamos, un exilio dorado a los miembros de los diferentes gabinetes
presidenciales.
No debe perderse de vista, en el caso que nos atañe, que el coordinador morenista se
dejó ver recientemente por París, donde dijo que había ido a visitar a un hijo que estudia
en la Ciudad Luz. Incluso, fue objeto de señalamientos criticándolo porque el
exgobernador tabasqueño de plano le había hecho “el feo” a las Universidades del
Bienestar. Por algo será.
En la historia política de México hay diversos casos sobre esta situación. Un ejemplo
ocurrió en 1975, cuando otro Augusto, Gómez Villanueva dejó de pertenecer al gabinete
del entonces presidente, Luis Echeverría Alvarez y se convirtió en secretario general del
PRI así como candidato a una diputación federal la cual obtuvo en la L Legislatura y hasta
fue nombrado presidente de la Cámara Baja.
En el Palacio Legislativo de San Lázaro era considerado como el principal representante de
Echeverría Alvarez y su misión era tener influencia y ascendencia en el nuevo gobierno
que encabezó José López Portillo.
Lo que siguió es que Gómez Villanueva tuvo enfrentamientos con quien se desempeñó
como secretario de Gobernación en esa época, Jesús Reyes Heroles.
Esa confrontación tuvo su precio y dos años después, en 1977, don Augusto Gómez fue
obligado a dejar su cargo como diputado para ser nombrado embajador de México en
Italia. Hubo además amenazas de que si no aceptaba, el régimen le haría extensivas las
acusaciones de corrupción que ya tenían en la cárcel a su sucesor en Reforma Agraria,
Félix Barra García.
Ahora bien, el otro Augusto, el del partido Morena, sigue esperando con mucho pendiente
cuál será su futuro. Por lo demás, la embajada de México en París, que es una posibilidad
que tiene el tabasqueño, es muy peleada y a ello hay que agregar que López Hernández
no es un político de carrera, pero no será ni el primero ni el último. Especialmente en esta
errada y llamada cuarta transformación, un signo distintivo es otorgar las
representaciones diplomáticas como un regalo a aquellos que dejan su militancia, como
han sido los casos del exgobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz Coppel y la de Sonora,
Claudia Pavlovich; el exgobernador de Hidalgo, Omar Fayad que vaya que se le puso de
“tapete” a la menor provocación a Andrés Manuel López Obrador, por citar solo algunos
casos.
Un deetalle que no se puede soslayar es si el inquilino de Palenque está dispuesto a
seguirlo defendiendo, pues todo indica que de eso depende el destino de López
Hernández en política.
El que sí defendió al exsecretario de Gobernación fue el diputado Arturo Avila, pero lo
hizo con la ley del embudo porque si bien rechaza conformar una comisión legislativa que
dé seguimiento al caso conocido también como “comandante H”, ya está el morenista que
“se le queman las habas” para que se investigue el caso del Cartel Inmobiliario que
últimamente tiene a los panistas muy cabizbajos.
Finalmente, Bermúdez Requena tuvo todo el tiempo para huir de la manera más cómoda
posible. Se informó que el exfuncionario contaba desde el pasado 21 de abril con una
suspensión provisional que se libró a su favor.
El exsecretario de Seguridad en Tabasco, Interpuso el juicio de amparo el 18 de abril y el
juez XII de distrito con sede en Tijuana le concedió la suspensión provisional. Ahora falta
ver si se le concede la suspensión definitiva. O sea, Bermúdez Requena contó con el
tiempo suficiente para “amarrarse el dedo” y dejar prácticamente “colgado de la brocha”
a su amigo de 30 años que veía cómo se acercaba la tempestad y no se hincó.
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