WASHINGTON, D.C.- La política –que no estrategia– del presidente Donald Trump en materia migratoria es una continuación puntual de la limpieza étnica que fue aplicada con éxito en 1838 con la ley de deportación de indios cheroquis para desalojarlos de sus tierras y entregárselos a los colonizadores europeos. Ese modelo fue caracterizado en la historia como “el sendero de las lágrimas”.
Mientras los españoles propiciaron la fusión de sangre indígena y sangre europea en un proceso de criollismo que quería instalar el Reino de la Nueva España en lo que hoy es México, los que llegaron a principios del siglo XVII Estados Unidos a fundar las 13 Colonias establecieron una política poblacional basada en la propiedad privada extranjera y sin buscar acuerdos consanguíneos con los indios que poblaban las tierras de los búfalos. Los indios fueron empujados hacia el oeste.
Como el nacimiento del imperio estadounidense debía de tener bases legales, el presidente Jackson emitió la ley de deportación de indios, a pesar de la oposición de algunos misioneros. Los indios cheroquis vivían en tierras ancestrales de Georgia, Alabama, Tennessee y Carolina del Norte y fueron echados hasta más allá de Kansas. Se trató de modo natural de una limpieza étnica porque no buscaba acuerdos de convivencia con los indios que habitaban en esas zonas, sino que simplemente los expulsaron a sangre y fuego de sus territorios y se robaron las propiedades.
El presidente Trump está aplicando los reglamentos para justificar la deportación masiva de millones de migrantes –hispanos en su mayoría– que entraron de manera ilegal a Estados Unidos y se fueron asentando en zonas territoriales donde ya había presencia hispana legal. En términos estadísticos, en Estados Unidos viven 65 Millones de hispanos, prácticamente la mitad del total nacional, y de acuerdo con otras cifras aproximadas hay once millones de migrantes que carece de papeles legales para asentarse. La principal característica es que los migrantes ya legalizados mantienen tradiciones consanguíneas, pero se mueven como estadounidenses típicos y por eso la mayoría de ellos votó por Trump.
En el tema de las deportaciones hay mucha estridencia mediática. Trump se ha comprometido a expulsar de su país alrededor de seis millones de migrantes ilegales, pero la revisión de las cifras desdibuja la centralidad mediática del tema: cifras publicadas en medios estadounidenses indican que el presidente Bill Clinton deportó en sus ocho años de gobierno a más de doce millones de migrantes ilegales, el presidente George Bush en sus dos períodos echó del país de manera legal a más de diez millones de personas, el presidente Barack Obama –el primero de piel afroamericana en la historia del país que padeció en el siglo XIX una dolorosa guerra civil contra la esclavitud y la negación de derechos a los negros– deportó en sus dos periodos a más de cinco millones y el presidente bailan en un periodo deportó a más de 500 mil personas.
El presidente Trump enfrenta un conflicto personal de origen étnico, frente a las cifras de la población hispana: él proviene de sangre alemana, aunque él nació en Estados Unidos. De acuerdo con cifras oficiales, a finales del siglo XVIII, la población alemana sentada en las 13 Colonias era de apenas 7% y la mayoría –el 47%– venía de Inglaterra. A comienzos del siglo XXI, la población alemana se había colocado en el primer lugar de las comunidades por orígenes étnicos homogéneos con el 16% del total, en tanto que la población origen inglés bajo a poco más de 8%. Población afroamericana que fue traída como esclava pasó de 16% al 13% en ese mismo periodo de poco más de 200 años.
La decisión de Trump de aplicar una limpieza étnica al estilo del “sendero de las lágrimas” de los cheroquis de principios del siglo XIX estarían disminuyendo la redistribución etnográfica de la población americana, además de afectar el personal de mano de obra que requiere el capitalismo estadounidense. Ahí es en donde se puede esperar que muy pronto Trump o su sucesor si mantiene la misma lógica de reorganización étnica en la población estadounidense que comiencen a promoverse campañas para que las familias estadounidenses blancas regresen a tasas demográficas mayores, porque en la actualidad los matrimonios americanos optan por un descendiente y prefieren las mascotas animales. Por el envejecimiento poblacional, Estados Unidos será pronto un país de ancianos sin capacidad de reproducción demográfica.
Lo que queda es caracterizar que el modo de deportación de inmigrantes recuerda la limpieza étnica de indios en el territorio estadounidense del siglo XIX.
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Política para dummies: la política transforma los recuerdos en memoria histórica.
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