La campaña presidencial de 2024 está presentando escenarios inéditos: la política, los medios y la sociedad no estaban preparados para una competencia entre dos mujeres, los mítines masivos perdieron su eficacia y son muy costosos, los medios están desarticulados y se asumen como protagonistas y los partidos políticos perdieron sus estructuras, bases y militancias.
En la primera semana de la campaña de 90 días, el principal dato se encuentra en los focos de alarma que se prendieron en Palacio Nacional por las tendencias electorales decrecientes de Morena en Ciudad de México, consecuencia de la crisis de 2021: el descuido de la entonces jefa de gobierno Claudia Sheinbaum, la fractura al interior de Morena, la pérdida de la mitad de las alcaldías y el despego del presidente López Obrador sobre el bastión capitalino que había pertenecido a la oposición progresista del PRD desde 1997 y Morena no supo construir una estructura de dominación de clases y masas.
Los escenarios electorales están más o menos claros: la candidata oficial Sheinbaum representa la continuidad del proyecto ahora más o menos claro de la 4-T en cuanto a reforma de régimen, a partir de las 20 iniciativas presidenciales que representan no solo el legado de López Obrador, sino la oferta de Morena.
La candidata opositora Gálvez Ruiz arrancó sin el apoyo de las estructuras de los tres partidos que la promueven –PRI, PAN y PRD– y anda en busca de su propia clientela, pero con el dato ya conocido de que la multicitada ola rosa las calles del Zócalo de Ciudad de México en tres ocasiones ahora no aparece por ningún lado ni ha sabido estructurarse en un aparato de movilización electoral, fracasando inclusive el viejo modelito que en el viejo PRI se demostró que no era eficaz: que cada persona se comprometiera a acarrear a las urnas a diez votantes a favor, pero sin ninguna estructura central que debieron de haber creado los partidos opositores desde el principio de la alianza en 2021 y que hoy en la realidad no existe.
Y el candidato Rodríguez Martínez anda como anda como alma en pena, sin figura, sin partido, sin discurso, sin Dante Delgado Rannauro, con tribus naranjas en una disputa fosfo-fosfo, sin el apoyo del gobernador neoleonés Samuel González ni de su influencer esposa, con apariciones tardías, escaso de masas y de escenarios y, en fin, solitario en medio de la plaza electoral.
Detrás de las movilizaciones de las candidatas sólo están las reuniones partidistas, las apariciones en medios de comunicación masivos que sólo se utilizan a través de fragmentos de declaraciones, sin mítines que de alguna manera pudieran precisar bases militantes y en giras que lo mismo sirven para vender un producto que para pedir el voto. La verdadera disputa política se nota soterrada: el proyecto de reorganización del régimen para la reestructuración del Estado y la consolidación de clientelas beneficiarias de programas sociales frente a la reorganización de un verdadero frente de la derecha política con el PAN, la iglesia conservadora, la derecha de EU y el PRI neoliberal y el PRD cachando las pocas migajas que le dejan los otros dos partidos.
Las dos candidatas beligerantes no han podido darle un sentido, un sello o una definición a sus campañas y partidos, tampoco han conseguido construir alianzas estratégicas con las mujeres que son 55% de mayoría electoral y que han aumentado su presencia y dominio en el seno familiar por la nada graciosa huida de los hombres ante la falta de salarios y empleos, ni menos aún parecen entender todavía la lógica del feminismo electoral para transformarlo en un discurso de movilización de masas.
Como no hay expectativas de que estos escenarios cambien, lo que le queda a la campaña para desperezar al respetable público de los electores serán los debates, pero ahí también habrá poca tela de dónde cortar, a menos que la confrontación personal en estudio de televisión sea sacudida por denuncias espectaculares que tambaleen a la adversaria. El debate de 1994 tuvo utilidad por la capacidad escenográfica del jefe Diego Fernández de Cevallos, pero sin modificar la tendencia de votos; los debates del 2018 terminaron en choques personales.
La primera semana de campaña no ha modificado el escenario electoral.
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Política para dummies: la política es reflejo de los políticos.
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