La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo pareció haber caído en la trampa de Trump de negociar políticamente en situaciones adversas pero arrinconada en el ring. La posposición del encuentro personal en Canadá –sin haber habido antes visitas de Estado para reconocimiento institucional mutuo– podría ser una buena oportunidad para que Palacio Nacional construya un verdadero equipo operador en modo de negociando con tiburones.
Si el eje del proyecto sexenal de la presidenta Sheinbaum es el Plan México, entonces necesita dar el primer paso audaz pero determinante para armar un verdadero trabuco de equipo negociador. El gabinete actual es un organigrama parchado con imposiciones del presidente emérito, con algunos nombramientos de bajo nivel por parte de la Presidencia y sin lograr construir un equipo de trabajo de primer nivel que sea el que negocie con las diferentes oficinas de la Casa Blanca.
En función de necesidades, Palacio Nacional requiere una Secretaría de Economía Nacional que vaya más allá del control de precios o de las amenazas a empresarios para bajar sus productos al público y que regrese al modelo de Secretaría de Desarrollo Industrial y Agropecuario; en materia de comercio exterior está urgida un equipo de en las diferentes áreas con expertos en… comercio exterior, incluyendo hasta un comisionado especial para esa nueva área de relaciones dentro del Tratado.
La cancillería es hoy un asiento vacío que está llenado por el voluntarismo de un funcionario talachero pero sin nivel jerárquico ni de reconocimiento internacional y solo recordado por comerse los cacahuates en reuniones en oficinas americanas. Y de modo natural, el gobierno mexicano tiene sin operar en su estructura burocrática el cargo de Consejo de Seguridad Nacional que fundó Adolfo Aguilar Zínser al principio del Gobierno de Fox para tener una estructura de negociación política con su par en el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca.
La organización administrativa pública federal es insuficiente si la presidenta de la República no tiene los tres hilos del poder político presidencialista: uno, el control absoluto de Palacio Nacional, con sus reglas y procedimientos que respondan a sus necesidades y su forma de comunicarse con la sociedad, no para repetir experiencias como las mañaneras que fueron creadas para el estilo de López Obrador.
Y la triada del poder político en México que debe fortalecer a la presidenta en funciones se completa con dos áreas fundamentales: dos, el control del partido en el gobierno directamente desde el despacho presidencial de Palacio, a partir de la broma de mal gusto que inventó Zedillo para tratar de quitarse a Salinas de Gortari al prometer una “sana distancia” del presidente y del partido, lo que dio como resultado el debilitamiento brutal de la Presidencia como institución y el fortalecimiento del autoritarismo zedillista.
Pero la clave del control del partido por el presidente o la presidenta en turno radica en que el poder del Ejecutivo se basa en la capacidad para designar sin rubores y de manera directa a candidatos a legisladores, a las principales alcaldías, a las gubernaturas y sobre todo el derecho presidencial absoluto e indivisible de designar a su candidato sucesor; sin este aparato político, la presidencia de la República como está hoy es una estructura debilitada porque el poder real está en el Palacio de Invierno de Palenque y los hijos del caudillo controlando el partido.
Y tres, todo presidente de la República sabe que el fundamento de su poder se localiza en el control directo de la política de bienestar, a partir del aparato bifronte que fundaron dos presidentes con ideas totalmente excluyentes: Lázaro Cárdenas y Miguel Alemán, el primero con un enfoque revolucionario de clases a través del el corporativismo social del Partido de la Revolución Mexicana y el segundo con la reforma el tercero constitucional para determinar que la democracia no es solamente una estructura jurídica y de gobierno, “un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”, es decir la política social con tono presidencial del gobernante en turno y no como herencia del anterior.
En Estados Unidos le tienen tomada la medida a la estructura política y de poder de México y saben de las debilidades de la presidenta Sheinbaum Pardo a partir de lo que no controla y con el dato para nada oculto que la decisión de poder sexenal y transexenal la tiene López Obrador porque él va a decidir con el control de su partido a su próximo candidato presidencial.
La presidenta de Sheinbaum está a tiempo de dar el paso real de ejercicio del poder para pasar de tener al gobierno a manejar directamente el poder político presidencial y así negociar con los tiburones de Washington.
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Política para dummies: la política se ejerce con poder o se pierde por el no-poder.
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