Aunque ha sido tomada como una broma de mal gusto muy a su estilo, la
afirmación del próximo presidente Donald Trump de que estaría buscando anexar a como
estado 51 de la Unión americana tiene una lógica expansionista que involucra también las
presiones de la seguridad nacional estadounidense contra México para evitar la
permanencia del enfoque nacionalista en su vecino del sur.
La debilidad geopolítica de Estados Unidos ha tenido que ver con la existencia del
Tratado de Comercio Libre con Canadá y México, sobre todo porque convirtió las dos
líneas fronterizas –en el norte y en el sur– en debilidades de seguridad por la facilidad
con que cruzan los productos del comercio libre y personas.
En términos geopolíticos, Estados Unidos se siente con México y Canadá como
Rusia en el caso de Ucrania: una vecindad fronteriza que rompe la línea roja del muro
simbólico entre el imperio ruso por –y ese fue el motivo de la invasión– la incorporación
de Ucrania al bloque militar-geopolítico de la OTAN. Para EU, el adversario chino ya está a
las puertas de sus dos fronteras con la droga y el comercio.
Las presiones de Trump sobre México por el T-MEC tienen que ver con el
contenido del Memorándum Negroponte –comentado en esta columna cuyo texto
íntegro ya fue publicado en El Independiente–, porque ahí se definen las verdaderas
intenciones estadounidenses: subordinar a Canadá y México al mercado americano,
derrotar de manera absoluta la política exterior nacionalista de México que a veces
contradecía los intereses de seguridad nacional de Washington y sobre todo consolidar la
contrarrevolución neoliberal de Carlos Salinas de Gortari que representaba al mismo
tiempo la asunción de México como una especie de Estado libre y asociado americano.
Estados Unidos como imperio nació en expansionismo territorial del siglo XIX y se
consolidó de manera geopolítica con la imposición de su estrategia de seguridad nacional
los en el lapso de los 14 puntos de Wilson en 1918 a la guerra de Vietnam en los setenta.
Como hegemonía en modo del Peloponeso de Tucídides –Esparta atacando a Grecia–,
Estados Unidos se quedó como imperio único después del desmoronamiento y
desaparición de la Unión Soviética, pero coincidió con el inicio del periodo de globalización
comercial que le arrebató a EU el dominio económico del capitalismo por la dispersión de
los mercados,
México respondió a las expectativas de subordinación económica y productiva con
la aplicación del Tratado en modo de desindustrialización de la planta productiva para
convertirlo solo en aportador de bienes primarios de un mercado de consumo de 130
millones de personas, pero el enfoque de recentralización de la economía estadounidense
que trae Trump desde 2016 requiere que la dispersión de la planta productiva a México y
Canadá regrese al territorio estadounidense.
El proyecto de mercado libre de Salinas de Gortari nunca tomó en cuenta la
posibilidad de que México se convirtiera en una nueva potencia industrial, y por ello aplicó
la liberación absoluta de las fronteras comerciales para la libre importación de productos
americanos que hicieron quebrar cadenas productivas completas y dejaron a México
como una economía subordinada a los intereses de EU. Ahí, en esa decisión, se consolidó
el Tratado en modo del Memorándum Negroponte: neoliberalismo y geopolítica
mexicana articulada a los intereses de Washington.
El proyecto populista de las 4-T carece de una propuesta alternativa a las
dependencias y a los intereses productivos de EU y solo defiende a capa y espada la
capacidad soberana de definir una política de subsidios sociales a su base electoral, sin
tener ningún proyecto industrial ni menos aún interesada en algún acuerdo de
reconstrucción económica con el sector privado mexicano, de suyo desnacionalizado, en
modos de contratista gubernamental y también sin un nuevo proyecto de desarrollo
industrial.
En este contexto, Trump tiene claro que la reconstrucción –en su discurso
ideológico– de la grandeza de Estados Unidos pasa por anular su dependencia del Tratado
con Canadá y México y tiene como prioridad la reconstrucción nacional del imperio
empresarial de producción industrial y agropecuaria.
En este contexto, el tibio nacionalismo defensivo de López Obrador y Claudia
Sheinbaum Pardo y el pasmo en modo de pánico político del premier canadiense Trudeau
estarían expresando la inevitabilidad del proyecto de reconstrucción imperial de Trump a
partir de la redefinición e imposición autoritaria de los intereses geopolíticos y de
seguridad nacional de Washington primero sobre sus dos precarias fronteras y luego
sobre el continente americano, sobre todo por los indicios de la penetración China y Rusia
contra la doctrina Monroe de “américa para los americanos” (EU).
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Política para dummies: La política se hizo para hacer política.
Tic Tok de Carlos Ramírez en elindependiente.mx
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