Con su especial sensibilidad para descifrar escenarios políticos conflictivos que lo puedan afectar o para aprovechar las circunstancias que le permitan tomar el control de los acontecimientos, el presidente emérito Andrés Manuel López Obrador salió del Palacio de Invierno de Palenque para defender su proyecto en uno de los ciclos políticos bajos que afectaron en los últimos dos meses la fuerza política de la presidenta Sheinbaum Pardo.
El solo anuncio de López Obrador de que regresaría a la política para defender a la democracia fue interpretado rápidamente en el escenario mediático como que la democracia lopezobradorista –hay que aclararlo– está en peligro, mucho por la desarticulación del bloque de la coalición dominante que escucha más a Palenque que a Palacio, con las expresiones de Donald Trump y sobre todo con las rebeliones internas por agendas propias como la del fiscal general Alejandro Gertz Manero.
De modo natural e inevitable, todo posicionamiento público del presidente emérito tiende a acotar en tensión dinámica los márgenes de maniobra de la presidenta constitucional en funciones, sobre todo porque Palacio Nacional insiste en que forma parte de un proyecto que definió, encabezó y ahora pastorea el presidente emérito. No se trata de reducirle capacidad o calidad al trabajo de la presidenta, sino de entender que en la política del viejo régimen priista todavía siguen vigente las reglas del juego que son las que determinan los (des)equilibrios de poder.
Aunque la oposición parezca salir de su letargo de incapacidad política para operar nuevas alianzas de partidos pero sobre todo de grupos, coaliciones y figuras, en realidad las dificultades de la 4T tienen que ver con juegos internos entre los diferentes jefes de grupo de la propia 4T que siguen operando primero para sí mismos y después para el presidente emérito, y es la hora de que no han fortalecido –como debieron de haberlo hecho– el proyecto político continuador –o continuista, si se le quiere ver así– de la presidenta Sheinbaum.
Uno de los problemas que revelan sobresaltos al interior de la coalición dominante sigue siendo el del grupo de la presidenta Sheinbaum que paulatinamente va conquistando espacios mínimos de poder –pero espacios propios, al final de cuentas– porque los lopezobradoristas siguen sin aceptar el mando de la mano femenina que ha demostrado eficacia cuando se lo han permitido.
El problema al interior de la 4T tiene que ver con las agendas negativas que se han posicionado del espacio público, algunas de ellas con ayudaditas que le dio a la oposición el fiscal general Gertz Manero en materia de expedientes judiciales del huachicol, corrupción, inseguridad negativa y lavado de dinero, aunque con indicios de que el fiscal no perdió la razón en abrir esos expedientes y filtrarlos a la prensa crítica ni lo hizo por un juego propio que en realidad carecía de destino, sino que algunos analistas de inteligencia estarían tratando de probar que fueron dardos lanzados por Estados Unidos a trasmano de Gertz.
El presidente emérito sin duda que debió de haber hecho los cálculos obvios de lo que estaría significando como mensaje a la oposición crítica su regreso a la política con un libro de contenido político –no cumple con los requisitos de una teoría de la historia, sino busca solo una justificación de confrontación– que aspira a revalidar el papel de los pueblos indígenas originarios que fueron avasallados por la llegada del conquistador español y la fundación de una nueva raza criolla con mezcla de sangre, en un intento –y Octavio Paz en su libro sobre sor Juana subraya este enfoque– de que España no quería una colonia esclavizada en América sino la creación del llamado Reino de la Nueva España con un rey designado por Fernando VII.
La fuerza de la figura política del presidente emérito López Obrador sí está dañando la capacidad de gestión cotidiana de la Presidencia de la República desde Palacio Nacional y le está reduciendo los espacios a la propia presidenta Sheinbaum Pardo, sobre todo porque ahora los lopezobradoristas van a tener a López Obrador circulando por toda la República para presentar un libro de recuperación indígena originaria, pero con su sola presencia reaglutinando al lopezobradorismo ya no alrededor de la presidenta Sheinbaum sino directamente del propio López Obrador.
El presidente emérito tiene razón en desdeñar a la oposición porque sus comportamientos erráticos no merecen que los voltee a mirar. La crisis de la democracia y de la defensa de la presidenta Sheinbaum Pardo que dice López Obrador tiene que ver con el dato que habrá que profundizar: la falta de manejo político de la crisis de corrupción de Morena sí está dañando las expectativas para mantener las gubernaturas y la Cámara de Diputados que se votarán a mediados del 2027.
Así que el centro del universo morenista pasó a manos del presidente emérito López Obrador, con los costos políticos en las figuras del Gobierno de Sheinbaum Pardo.
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