La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo se está moviendo dentro de tres vértices estratégicos:
1.- Lo que quiere Trump. En meses de toda la parafernalia de sus discursos frente al espejo, en realidad el presidente Donald Trump no es muy difícil de leer: sus burlas a la entrega de 29 narcos mexicanos le permitió fijar con claridad su verdadera prioridad con la agenda mexicana: la destrucción real en los cárteles de narcotráfico en México, y no aumentar decomisos, traficar con presos como esclavos, encontrar justificaciones judiciales o incrementar arrestos de figuras operativas y no de los verdaderos responsables de los cárteles.
Y si se revisa la lista de las prioridades estadounidenses, los objetivos son los cárteles de Jalisco, Sinaloa y Tamaulipas. Y atendiendo sus discursos, Trump solo va a cambiar de puntos de vista cuando empiece la entrega de narcopolíticos, lo cual le plantearía a México la necesidad de sustituir gobernadores en las plazas más calientes y colocar figuras que realmente combatan a los cárteles: Sinaloa, Zacatecas, Guerrero, Tamaulipas y Quintana Roo. Solo como referencia, Cárdenas y Salinas sustituyeron a 17 gobernadores en su sexenio.
2.- Presionada por cierto sector crítico de la opinión pública, la presidenta lanzó en su mañanera del miércoles 5 la argumentación de que el mitin político de Morena el próximo domingo sería de unidad nacional, pero sin nadie aparte de los partidos satélites morenistas; solo se espera la presencia de la cúpula empresarial que ha sido beneficiada con el contratismo de la obra pública de las 4T. El presidente Ávila Camacho, presionado por la Segunda Guerra Mundial, realizó en 1942 un verdadero acto de unidad nacional juntando nada menos que al expresidente Plutarco Elías Calles con el expresidente Lázaro Cárdenas, con el dato de que el segundo había exiliado al primero como castigo por su intervención en política interna.
Una verdadera política de unidad nacional implicaría una reorganización de las relaciones políticas del Poder Ejecutivo actual para fortalecerse por sí mismo, y no seguir dependiendo de los hilos de poder del presidente emérito que opera desde el Palacio de Invierno de Palenque. El endurecimiento presidencial de Sheinbaum se parece mucho a los viejos acarreos listas el Díaz Ordaz, Echeverría y López Portillo.
Aparecer en el balcón de Palacio junto con los jefes de los partidos, los representantes de sectores reales de poder, con la jefa del Poder Judicial que ha sido desdeñada de manera vulgar y los expresidentes vivos –López Obrador, Peña Nieto, Felipe Calderón, Vicente Fox, Ernesto Zedillo y Carlos Salinas de Gortari– mandaría ahí sí un potente mensaje de unidad nacional y mostraría la fuerza real del Estado mexicano.
3.- La falta de una estrategia política negociada con altos niveles del Gobierno de Trump fracasó con la respuesta del presidente estadounidense desdeñando el regalo de los 29 narcos enviados a las prisiones americanas, a pesar del alto significado que representaba la figura de Rafael Caro Quintero como el último eslabón con vida del asesinato de la gente antinarcóticos Enrique Camarena Salazar en febrero de 1985. La ironía presidencial en su informe del martes mostró que nadie operó políticamente esa decisión mexicana o que no se garantizaron los amarres necesarios para darle un significado que inclusive le habría dado fortaleza a la estrategia de Trump.
A pesar de las gravísimas acusaciones a México de que es un narcoestado, de las presiones institucionales y del regalo de narcos a EU, el gobierno mexicano no ha desarrollado una estrategia inclusive mediática para convencer a Estados Unidos de que sí está combatiendo a las estructuras de los cárteles del narcotráfico. México está perdiendo la oportunidad política, en el contexto de los castigos arancelarios, para lanzar una gran ofensiva de seguridad contra los nidos de narcotraficantes en Sinaloa, pero comenzando con el gran significado que representaría el relevo previo del gobernador Rubén Rocha Moya, quien aceptó públicamente que había pactado con el Cártel de Sinaloa del Mayo Zambada y que inclusive el capo mayor de ese cartel hacía operaciones políticas a su favor.
Estos tres grandes temas están en el contexto del mitin político-partidista devenido a festival musical que parece ser que no irá más allá del refrendo del apoyo político varias veces reiterado a la figura de la presidenta de la República y del movimiento político que representa, pero con el costo institucional de que en nada influirá en Estados Unidos para modificar sus castigos arancelarios.
A pesar de las evidencias de que el asunto del narcotráfico es un tema de seguridad nacional de México y de Estados Unidos, las acciones de Palacio Nacional siguen siendo locales, parciales e ineficaces.
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Política para dummies: la política se tiene que explicar para que sea política.
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