La dinámica de las contradicciones sociales del sistema político mexicano no ha
cambiado en los años de alternancia de grupos políticos en el poder presidencial y más
bien ha refrendado el hecho de que en materia de sistema político no ha habido ninguna
transformación.
El presidente emérito López Obrador terminó el séptimo año de su sexenio como
todos sus antecesores del viejo régimen priista y la presidenta en funciones Claudia
Sheinbaum Pardo podría haber comenzado su sexenio de cinco años a partir de su
segundo año de administración.
El espacio de poder es preciso: de la declaración de “si me dejan…” en medio de
los primeros indicios de escándalo político por la corrupción en el entorno de López
Obrador a su afirmación de que ella y el presidente emérito pertenecen al mismo grupo
político pero que ella es responsable de la gestión de su propio sexenio.
Como todos los presidentes que acumularon un enorme poder político, López
Obrador operó su sucesión presidencial en términos de una triple continuidad: personal-
familiar, de equipo y de proyecto político. Y en efecto, en el ambiente muy agitado de la
competencia entre corcholatas, López Obrador dejó entrever en un momento que su
valida Sheinbaum Pardo no alcanzaba la calificación para ser la candidata y en ese
momento dejó indicios de que el sucesor sería su hermano Adán Augusto López
Hernández.
La política, ha llegado a decir López Obrador, no es una gran ciencia, sino que se
mueve en torno a circunstancias. Esas vacilaciones en la sucesión la tuvieron todos los
presidentes a punto de definir el nombre de su sucesor y oscilaron entre posibilidades
fuera del radar: Echeverría no dejó a Mario Moya Palencia, López Portillo dudo de Javier
García Paniagua y Salinas de Gortari sí había pensado seriamente en Manuel Camacho
Solís. Los candidatos en el segundo pensamiento presidencial no tuvieron quizá menos de
un mes para cambiar su decisión, pero al final se impusieron las complicidades de las
circunstancias.
En el Palacio de Invierno de Palenque no hay duda de que la presidenta Sheinbaum
Pardo pertenece al bloque político de la 4T, pero los sobresaltos del último año han
mostrado una gran diferencia de estilo entre el presidente y su sucesora ya en el poder: la
pasión política tropical de López Obrador y el formato científico de Sheinbaum Pardo. Y
allí es en donde el proyecto transexenal que está preparado para un tercer sexenio 2030-
2036 se ha encontrado que una cosa es el liderazgo simbólico y absoluto y otra cosa que
cada etapa seccional enfrenta circunstancias que requieren decisiones diferentes.
El presidente emérito se encuentra en estos momentos arrinconado por la
corrupción de sus funcionarios y lleva semanas sin poder cambiar la narrativa digital que
domina las pasiones, con el hecho inocultable de que los medios de comunicación
impresos contribuyen a deteriorar el ambiente como parte de un ajuste de cuentas contra
el presidente que los humilló, agredió, pisoteó, insultó y otros adjetivos similares, porque
nunca quiso pactar con nadie.
El espacio de maniobra de la presidenta Sheinbaum es amplio en materia de
aprobación personal, pero extremadamente apretado en el espacio de la economía
cotidiana y de las relaciones tensas con un Donald Trump caprichoso que atropella
inclusive a sus principales colaboradores en el caso México –Marco Rubio, Christopher
Landau y Robert Johnson–, quienes tienen en sus manos la difícil gestión de los intereses
estadounidenses con un sistema político mexicano desarticulado y sin homogeneidad.
La presidenta Sheinbaum Pardo inicia su segundo año de gobierno y/o primer año
real de su propia administración, pero en un escenario que tiene cinco variables sobre las
cuales carece de control y que tiene que enfrentar con desgaste personal pero sin
estructura política, partidista y de equipo y el acoso insistente de López Obrador para que
gobierne como él quisiera que gobernara: la política sin oposición y sin sociedad, la
economía estancada para todo el sexenio, la geopolítica sin un consenso nacional para
definir la política exterior fuera de control, el presidente Donald Trump decidiendo sobre
México como desea su regalada gana y López Obrador presionando para defender a su
equipo y exigiendo que de manera inmediata sean sobreseídos los expedientes de
corrupción que ya le pegaron en su línea de flotación y que le han hecho perder autoridad
moral.
A su favor, la presidenta Sheinbaum Pardo tiene de manera paradójica el ambiente
creado por Trump que le ha permitido deslindar un poco la presión lopezobradorista, su
Plan México que podría ser su tabla de salvación pero a condición de que López Obrador
deje de estar presionando con la 4T y el hecho económico de que México ya eludió el
colapso recesivo aunque se encuentra empantanado en el estancamiento.
Hoy empieza formalmente el año dos del sexenio del segundo piso de las 4T o el
primer año de Gobierno de Sheinbaum Pardo.
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Política para dummies: la política se escribe todos los días y no siempre es la
misma.
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