El presidente Andrés Manuel López Obrador anunció en 2018 el fin histórico del neoliberalismo económico que comenzó a entronizarse –para ser precisos– con la Carta de Intención del presidente Luis Echeverría al FMI en 1975 comprometiéndose a un capitalismo integral y la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo retomó en 2024 el planteamiento de su antecesor, pero los dos se quedaron en el hoyo negro del neoliberalismo.
La presidenta Sheinbaum se encuentra en el peor de los mundos posibles: garantizar la continuidad del neopopulismo lopezobradorista, pero depender 100% de la vigencia del Tratado neoliberal de Comercio Libre (hoy T-MEC) también 100% salinista y de mercado capitalista, frente a un Donald Trump que fijó el rumbo inflexible del fin de la globalización de mercados productivos y de consumo y está operando el regreso al nacionalismo hegemónico estadounidense.
López Obrador y Sheinbaum Pardo, desde un punto de vista estrictamente de modelo económico, se quedaron en el limbo del planteamiento retórico y político del posneoliberalismo, pero con evidencias concretas de que implantaron decisiones populares no productivas, no reformularon las bases económicas del país y dejaron funcionando la economía de mercado que hoy reasume Trump.
Frente a decisiones económicas estrictas y hasta aberrantes del Gobierno de Trump –como la manipulación política y de seguridad de los aranceles que son instrumentos de equilibrio del mercado internacional–, México respondió con aplicación autónoma de decisiones que rompieron con los acuerdos de integración comercial y sobre todo enarboló un discurso nacionalista que en México ha tenido efectos positivos, aunque no hay que olvidar que el presidente Salinas de Gortari desarrolló también un discurso nacionalista pero para fortalecer el ingreso de México al mundo neoliberal de la globalización.
Después de mucho darle vueltas, Trump finalmente decidió usar los aranceles con dos objetivos: propiciar el encarecimiento de productos de importación para obligar a las empresas que salieron de EU a regresar y aumentar aranceles para exigir a México y a Canadá a tomar decisiones de seguridad en función del enfoque unilateral de extraterritorial de la Casa Blanca.
En términos concretos se tienen evidencias que llevan a una nueva realidad: centralizar en EU la planta productiva que se fue con el Tratado, es decir, reinstalar a Estados Unidos el nacionalismo productivo capitalista, abandonando a la vera del camino los compromisos con México y Canadá y la dependencia de estos dos países del consumo del mercado estadounidense.
Es posible que la presidenta Sheinbaum tenga bajo la manga la carta escondida de un presuntamente ya diseñado Programa Nacional de Desarrollo industrial y agropecuario, que inclusive haya sido ya negociado con el sector privado nacional, con un Estado que se olvide de sus compromisos populistas o posneoliberales y dedique toda su capacidad, presupuesto y liderazgo a replantear de manera urgente la planta productiva propia y que tenga como primer paso la reconversión industrial para poder cumplir con la meta ya planteada de sustituir importaciones.
Hasta ahora y de manera pública, la presidenta Sheinbaum se ha escudado detrás del discurso nacionalista, progresista y de seguridad nacional mexicana y de caracterización de perfiles imperiales en las decisiones del presidente Trump. Sin embargo, las primeras decisiones de Trump ya tumbaron la meta gubernamental de 2.5% de PIB para este año y es posible que pueda terminar debajo de la línea de flotación y con un promedio de -1%, con la circunstancia agravante de que la profundización del nacionalismo trumpista dure hasta el 2028 y condene al PIB sexenal mexicano a cifras promedio anuales abajo de 0%, inclusive más abajo del 0% promedio anual del PIB en los sexenios de De la Madrid y López Obrador.
El discurso nacionalista, de defensa de intereses nacionales y de negociar con la frente en alto es un muy importante marco referencial, pero la clave será el procesamiento de los castigos arancelarios de Trump y su regreso al nacionalismo productivo en estrategias mexicanas no conocidas para enfrentar el encarecimiento de las exportaciones y la caída del mercado.
La 4-T ha operado con eficacia el discurso nacionalista y populista, pero su viabilidad depende nada menos que del mantenimiento del proyecto neoliberal del presidente Carlos Salinas de Gortari en el Tratado de Comercio Libre, sobre todo porque Estados Unidos solo aceptará su propio nacionalismo económico y no el de otros países.
La única salida de la presidenta Sheinbaum estará la definición de un nuevo y propio modelo de desarrollo que supere a Salinas de Gortari y a López Obrador.
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Política para dummies: la política es un engaño hasta para los que engañan.
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