Entre los habitantes de los multifamiliares ubicados sobre Calzada de Tlalpan y Taxqueña privan el nerviosismo, la tristeza y la desesperación, pues el sismo del 19 pasado de septiembre les arrebató sus bienes y en algunos casos fue peor pues les quitó hasta sus seres queridos.
En el lugar quedó abandonado lo que tanto trabajo les costó adquirir: computadoras, televisores, lavadoras, estufas, ropa, salas, comedores y recuerdos, muchos de ellos que durante años se fueron transmitiendo de generación en generación y que están a punto de perderse.
Una de las damnificadas del Multifamiliar Tlalpan, Carmen Machargo Téllez, recordó que el presidente Adolfo López Mateos fue quien inauguró esa unidad habitacional en 1957, ya que quien la inició fue Adolfo Ruiz Cortines en 1955.
Con voz apenas audible, dijo que era una unidad modelo en la Ciudad de México, todos querían venir a vivir aquí, pero ahora hay tristeza, «es como una pesadilla de la que no podemos despertar».
Eran 500 departamentos en 10 edificios. Ahora son nueve después de que se desplomó el 1-C. En mayo la unidad cumplió 60 años y en julio hubo una gran fiesta en la que se disfrutó de la convivencia y el baile.
Las voces y los gritos de los niños ya no se escuchan, ahora se oyen martillos, picos, los motores de la grúa y de los trascabos que recogen los escombros.
Carmen maldijo al terremoto del 19 de septiembre que vino a romper la armonía, la convivencia y la tranquilidad. Están dañados todos los edificios. “No podemos entrar por nuestras pertenencias y recuerdos”, añadió.
Pablo Valenzuela, otro de los afectados por el movimiento telúrico, expresó: «sólo podemos entrar una o dos veces nada más para sacar nuestras pertenencias. Si no se puede sacar nada, ni modo, con la pena se van a quedar los recuerdos de la familia y de nuestros hijos”.
Con los ojos llenos de lágrimas, Nayeli Flores Reyes recordó que hasta las 13:14 horas del 19 de septiembre vivió en el departamento 20 del multifamiliar 1-C, inmueble que se derrumbó y le quitó la vida a Julián Andrés y a Jimena, sus dos hijos. Ahora el futuro es incierto.
“Perdí a mis niños, ya no los voy a recuperar. Ya no voy a escuchar que me digan mami te amo. Mi niña se levantaba en mi brazo, luego luego me abrazaba, jugaba con sus deditos. No sé qué futuro tenga yo”, expresó con dolor.
En tanto, bomberos y elementos de Protección Civil desde hace tres días están dedicados a bajar escombros, carteras, laptops, televisiones, celulares, lavadoras, sillas y mesas.
Las paredes son despedazadas con mazos, picos y martillos hidráulicos, mientras una enorme grúa saca bloques de concreto, ladrillo y varilla. Los cables de acero del grueso de una pulgada y una pulgada y media permiten cargar 12 toneladas y 17 toneladas, respectivamente.
Uno de los trabajadores dijo que el brazo de la grúa puede alcanzar una altura de 74 metros y cargar hasta 350 toneladas.
Los colchones de camas, sillones y muñecos de peluche son recolectados por un trascabo, el cual los va amontonando a unos metros de ahí.
En tanto, la iglesia del Patrocinio de San José se ha transformado en un enorme comedor al que sólo tienen acceso los elementos de la Armada.
Por su parte, elementos de Protección Civil miran por las ventanas de la planta baja que estén deshabitados; mientras en el parque de la colonia, en grupos, se organizan los habitantes de cada uno de los condominios, otros comienzan a llevarse sus cosas para ir a vivir con algún familiar.
La lluvia no impide los trabajos de demolición, sólo los hace lentos. La tarea es dejar limpio el terreno donde se encontraba el 1-C y empezar a revisar los demás departamentos.
La psicóloga Fernanda Covarrubias señaló en entrevista que mucha gente no puede dormir, tiene alteraciones como taquicardia, problemas de sueño, otras personas comen muy poco debido a que no tienen hambre y duermen en alerta.
Hay personas que duermen vestidas y con zapatos para estar listas ante cualquier emergencia, detalló.
Las únicas recomendaciones que se pueden hacer en estos casos son ejercicios de relajación y de respiración antes de dormir, estar en contacto con familiares a quienes se les pueden aplicar las terapias de este tipo, como niños y adultos de la tercera edad.
Con información de agencias.