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JUEGO DE OJOS: Instrucciones para leer a Jorge

9 de noviembre de 2025
in Miguel Ángel Sánchez de Armas
JUEGO DE OJOS: Año Nuevo
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Lo primero que leí de Jorge Ibargüengoitia fueron sus textos periodísticos.
Dos veces por semana, en la página siete del Excelsior, encontraba un artículo
mal llamado ligero, en el que se recreaba una parte de la vida en México: lo mismo
asuntos educativos que transporte urbano, mingitorios públicos, obras viales,
transporte aéreo o literatura: temas que pueblan nuestra vida diaria, tan cotidianos
que casi no se podía dar crédito a que estuviesen tratados con tanto ingenio y
precisión.
Eran textos impecables que revelaban una envidiable alma de reportero,
porque los comentarios, el sarcasmo, la nota fina, no eran otra cosa que el
resultado de una observación acuciosa del entorno. Pero su ritmo, tonalidad y
frescura de vez en vez me provocaban un inquietante déjà vu. Y un día me topé
con la respuesta: eran como un eco de las columnas periodísticas del “más triste
de los alquimistas”, Jorge Cuesta, la figura intelectual más poderosa e incómoda
entre los Contemporáneos e impulsor de la generación de Barandal. Como su
tocayo Ibargüengoitia, Cuesta también tomaba la pluma para hablar de los
pequeños espacios que insuflan la vida de los pueblos.
Jorge nació en Guanajuato el 22 de enero de 1928 y murió en un accidente
de aviación en España hace 42 años este mes. El lugar común nos dice que no
murió pues dejó una gran obra, pero me es inevitable sentir cierta nostalgia por lo
que ya no pudo escribir. Me he preguntado si en esos instantes finales habría
pensado en su propio epitafio. Una calavera que se le dedicara en este mes
podría comenzar: Supo que se iba / al atisbar por la ventana / y ver a la Catrina /
montada en la cabina / …
Por la puerta del periodismo entré al jardín literario de Ibargüengoitia y ahí
disfruté su obra teatral y su narrativa. Conservo las primeras ediciones de Dos
crímenes y de Las muertas. Y conservo también, prácticamente intacto, el
recuerdo placentero de la lectura de las seis novelas. Ahora viene a mi memoria,

Juego de ojos
Miguel Ángel Sánchez de Armas

2
como si lo acabase de leer, un texto en el que Ibargüengoitia habla de lo absurda
que es la nostalgia, sobre todo la nostalgia gastronómica de los viajeros
mexicanos. Cuenta que un mexicano en Los Ángeles lloriqueaba lo mucho que
extrañaba a México, y cuánto echaba de menos el tequila, a lo que respondió que
eso no era posible, pues en cualquier vinatería se vendían todas las marcas. “Pos
sí”, respondió aquél … “¡Pero el limón no sabe igual!”
Dice Christopher Domínguez que “La ironía fue un elemento importantísimo
en la literatura de Jorge Ibargüengoitia. De una cosa no hay duda: este escritor
obedeció al principio que dice que si un escritor no se divierte con su creación esta
no vale la pena, y otra cosa segura es que no se pitorreó de la historia oficial
mexicana sólo porque es fácil hacerlo, sino que con tal actitud buscó aclarar
muchas características internas y colectivas del ser individual mexicano.
“Es importante destacar”, dice Domínguez, “que para él, el sentido del
humor era ‘una concha, una defensa, que nos permite percibir ciertas cosas
horribles que no podemos remediar, sin necesidad de deformarlas ni de morirnos
de rabia impotente’. Este concepto reafirma la idea de francotirador parapetado en
la ironía y dedicado a derribar mitos patrioteros y costumbrismos como en el tiro al
blanco. Caricaturista habilísimo, Ibargüengoitia elaboraba arquetipos: del
avorazado e inescrupuloso general posrevolucionario en Los relámpagos de
agosto, al mismo tiempo caricatura de la novela de la Revolución, al burgués que
enfrenta al caudillo convertido en dictador tras luchar contra la dictadura para
conservar sus privilegios en Maten al león.”
Muy pocos columnistas en México han recorrido con éxito el sendero
humorístico en sus textos. Existe un cierto temor a que se les confunda con cuenta
chistes, temor hasta cierto punto fundado pues somos un pueblo que tiene un
gusto especial por los juegos de palabras mas poco dado a ver con seriedad el
humor. Tengo la certeza de que ese estilo de Ibargüengoitia le era natural, que no
hubiese podido cultivar la afectación de muchos “escritores serios”, como también
estoy más que seguro de que son mayoría los periodistas y escritores que no

Juego de ojos
Miguel Ángel Sánchez de Armas

3
podrían, aunque quisieran, escribir con la frescura, el desenfado y la gracia con
que lo hacía Ibargüengoitia.
Tratándose de colaboraciones periodísticas, no podemos ubicar a
Ibargüengoitia en un género, puesto que se trata de un estilo. Las críticas y las
observaciones resultan más penetrantes o demoledoras si van envueltas en una
frase ingeniosa o si arrancan al lector una carcajada, como sucede con muchos de
sus textos.
Su obra literaria en cambio es un torrente de imaginación. Imaginación que
se le pone a la vida cotidiana, a una excusa que se convierte en cuento, a una
nota periodística que se convierte en novela o a una investigación histórica que
deviene en una narrativa ágil y fresca.
Ibargüengoitia no tenía empacho en confesar la enorme influencia de su
maestro Rodolfo Usigli, gracias a quien fue dramaturgo y por quien abandonó el
teatro, como si éste hubiese sido una deidad bivalente de la mitología griega.
“Usted tiene facilidad para el diálogo, dijo [Usigli, en cita de Christopher
Domínguez], después de leer lo que yo había escrito. Con eso me marcó: me dejó
escritor para siempre … Pero llegó el año de 1957 y todo cambió: se acabaron las
becas -yo había ya recibido todas las que existían-, una mujer con quien yo había
tenido una relación tormentosa, se hartó de mí, me dejó y se quedó con mis
clases, además yo escribí dos obras que a ningún productor le gustaron. (En eso
intervino un factor que nadie había considerado: tengo facilidad para el diálogo,
pero incapacidad para establecerlo con la gente de teatro.)”
Usigli fue su maestro de teoría y composición dramática en la Facultad de
Filosofía y Letras (a la que llegó después de haber abandonado la carrera de
ingeniería en el tercer año), y era tal la admiración por el maestro y el impulso que
éste dio a su escritura, que su trabajo literario comenzó con una obra de teatro, de
la que se sintió satisfecho por el tibio elogio de Usigli. Varios años y obras
teatrales después, Ibargüengoitia decidió abandonar la dramaturgia. Se dice que
el motivo principal fue que en una entrevista publicada en México en la cultura,
Usigli habló de nuevos escritores de teatro, omitiendo su nombre, él, que era su

Juego de ojos
Miguel Ángel Sánchez de Armas

4
alumno preferido. Fue un trago amargo para Jorge, quien incluso había obtenido
una beca de la Fundación Rockefeller para estudiar teatro en Nueva York. De ahí
la dolida frase: “Tenía facilidad para el diálogo, pero incapacidad para establecerlo
con la gente de teatro”. En este episodio también hay una lección para los
maestros, quienes inadvertidamente o a propósito, pueden encauzar el rumbo de
la vida de sus alumnos.
Desde el inicio, la obra narrativa de Ibargüengoitia fue merecedora de
reconocimientos. Su primera novela, Los relámpagos de agosto, obtuvo el Premio
Casa de las Américas en 1964. Estas ruinas que ves fue galardonada en 1975 con
el Premio de Novela Ciudad de México (y como dato curioso, fue publicada con
dos finales distintos: uno en la primera edición de la novela y otro posterior
modificado para hacerlo más congruente con los personajes). En Estas ruinas que
ves y en Las muertas, Ibargüengoitia hace un retrato divertido y fiel de
Guanajuato, su tierra natal, a la que convierte en Cuévano, que permite poner de
relieve los contrastes entre el campo y la ciudad, la comparación de la vida en la
provincia y la gran urbe, donde lo mejor de todo es que ninguna gana, pues la
mirada crítica alcanza por igual a las dos.
Varias de las obras de Jorge Ibargüengoitia han sido llevadas al cine: Estas
ruinas que ves, Dos crímenes y Maten al león, con resultados que no hacen
justicia a las novelas. Quizá la mejor de ellas sea Dos crímenes.
Como reportero lamenté no haber tenido oportunidad de entrevistar a Jorge.
Como lector, de vez en vez visito al escritor y al periodista, y siempre descubro en
su obra cosas nuevas.

9 de noviembre de 2025
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