México y Estados Unidos enfrentan un escenario complejo en materia de seguridad. La presión del tráfico de fentanilo, la violencia de los cárteles, el robo de hidrocarburos y la corrupción en el sistema aduanal demandan respuestas conjuntas que combinen liderazgo técnico, cooperación binacional confiable y resultados verificables. En este contexto, surge la pregunta de qué perfiles podrían contribuir a reconstruir la confianza y abrir nuevos canales de coordinación.
El Almirante Marco Antonio Ortega Siu, con más de cuatro décadas de servicio en la Armada de México, podría ser una de esas figuras. Durante su paso por la Infantería de Marina, las Fuerzas Especiales y la Unidad de Inteligencia Naval, estuvo al frente de operaciones de gran relevancia que marcaron la historia reciente: la captura de Joaquín «El Chapo» Guzmán en dos ocasiones, la detención de Rafael Caro Quintero, el abatimiento de los Beltrán Leyva, la neutralización de estructuras de Los Zetas y el decomiso de uno de los mayores laboratorios de metanfetamina registrados en el país.
Episodios de este calibre podrían explicar por qué, en diversos espacios de seguridad internacional, se le reconoce como un oficial con resultados tangibles y capacidad de interlocución directa con agencias estadounidenses. Esa trayectoria, ajena a señalamientos administrativos y caracterizada por disciplina operativa, podría colocarlo como un referente natural para tender puentes en un momento en que la cooperación bilateral requiere mayor certidumbre.
Adicionalmente, su posible participación contribuiría también a reposicionar la imagen institucional de la Marina. La crisis de corrupción que hoy la sacude no puede eclipsar la trayectoria de cuadros de probidad y alto valor como Ortega Siu, quienes encarnan la tradición de servicio y disciplina que durante años dio prestigio a la Armada de México. En esa dualidad -reconocer las fallas sin negar la existencia de liderazgos confiables- podría estar la clave para recuperar la confianza tanto nacional como internacional.
El contexto geopolítico añade urgencia: en Estados Unidos, el discurso de seguridad se ha endurecido, y el Departamento de Defensa, ahora referido como Departamento de Guerra, ha puesto mayor énfasis en el combate al crimen organizado trasnacional. A esto se suma la reciente clasificación de los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas, lo que abre la posibilidad de decisiones unilaterales de intervención directa en territorio nacional mediante fuerzas especiales estadounidenses, en ausencia de puentes sólidos de confianza con México.
En ese marco, contar con perfiles como Ortega Siu podría ser determinante para evitar escenarios de imposición unilateral, generando mecanismos de cooperación basados en la confianza mutua y en la experiencia compartida. Para México, podría significar un recurso estratégico para enfrentar de manera más efectiva fenómenos como el narcotráfico, el tráfico de fentanilo, el robo de hidrocarburos y la corrupción en aduanas. Para Estados Unidos, podría representar la certeza de que existen cuadros capaces de articular una interlocución confiable y eficaz.
La historia enseña que, en tiempos turbulentos, no son los discursos los que sostienen a las instituciones, sino la capacidad de quienes, con experiencia probada, logran tender puentes y mantener el rumbo. Ortega Siu podría ser esa carta técnica, discreta pero decisiva, en la hora en que la cooperación binacional exige certezas.