Recordando a Nicolás Urcelay y a Luis Demetrio
Un Español Quitó la Vida a Guty Cárdenas, a Mansalva
R. Palmerín Musicalizó Más de 300 Composiciones
Cambió Álvaro Carrillo la Agronomía por la Bohemia
Disfrutar de la bohemia musical, es una tradición que los mexicanos
conservamos toda la vida.
En muchos rincones de nuestro hermoso México, encontramos a
los bohemios desde el siglo pasado y ahí está Quirino Mendoza,
autor de Cielito Lindo y de Jesuita en Chihuahua hasta este Siglo XXI
de Sergio Esquivel y muchos más.
Ah, pero la bohemia no se acaba. El comentario finsemanero es
para recordar a tres, no los únicos, que siguen presentes con sus
poemas musicalizados y de ellos será la referencia siguiente.
Ricardo Palmerín nació el 3 de abril de 1887 en Tekax, Yucatán. El
día 5 de ese mes, pero de 1932 fue asesinado Guty Cárdenas, en un
bar del Distrito Federal. El cantautor Álvaro Carrillo retornaba, con
su familia, a la Ciudad de México cuando su vehículo fue embestido
por otro en la autopista Cuernavaca-México. El 3 de abril de 1969.
UN POQUITO DE HISTORIA
Faltaría espacio para mencionar a los yucatecos que nos deleitaron,
nos emocionan y nos llevan de la mano a la nostalgia. Por ello
comentaré de dos ilustres pertenecientes al semillero del mayab.
Nicolás Urcelay murió a los 31 años, en 1950, después de triunfar
en la escena teatral, en la radio y en los programas de televisión al
lado de Pedro Vargas y de Agustín Lara. “El Caruso del Mayab”
cantó en la Casa Blanca para el presidente Harry S. Trumann.
Interpretó arias operísticas y recorrió países latinos y europeos.
“La Puerta se cerró” sigue en el gusto de la gente. Fue uno de los
muchos éxitos del gran Luis Demetrio Traconis Molina. El primer
impulsor del jovencito Armando Manzanero, quien tocaba el piano.
Ambos se acoplaron, desde 1954, en larga temporada, en el
modesto restaurante, “El Pollito”, de la Capital Mexicana.
A esos tres nombres, añado los del trío de solistas que ya están en
el recuerdo, Sergio Esquivel, Carlos Lico, Rubén Zepeda Novelo y los
de tres bellas que hemos aplaudido: Irma Dorantes, María Medina
e Imelda Miller.
CRIMEN EN UN BAR CITADINO
Recordar a Guty Cárdenas, es deleitarnos con sus interpretaciones
como Nunca, composición del vate Ricardo López Méndez; es gozar
al oírle cantar, Caminante del Mayab, letra corresponde a otro de
los grandes peninsulares, don Antonio Mediz Bolio.
En el Salón Bach, Ciudad de México, tres balas le cortaron la vida a
quien se llamó Augusto Alejandro Cárdenas Pinelo, quien en una
etapa de su vida formó Quinteto con Pepe Sosa, Luis Basulto,
Alonso Quijano y Claudio Herrera.
Sobre su muerte, ocurrida el 5 de abril de 1932, la versión más
creíble es que cuando Guty estaba tomando una cerveza en el bar,
aparentemente se suscitó una discusión entre dos hermanos
españoles y uno de ellos hizo disparos, resultando mortalmente
herido el trovador yucateco.
Cantante, guitarrista y compositor, nacido en la Ciudad Blanca, la
del hermoso Paseo Montejo, estudió en Estados Unidos y en la
Ciudad de México, pero su vida estaba definida a la pasión de la
música, desde que veía y oía a Ricardo Palmerín darle clases a su tío
Fernando Pinelo Ituarte.
Guty debutó en 1927 al participar en un festival de aniversario del
diario Excélsior. Conquistó al público y se hizo popular, como
cuando estuvo en Nueva York con su amigo de la infancia, Chalín
Cámara. Formaron exitosamente un dueto.
Contrajo matrimonio en 1931 con Ann Patrick, descendiente de
irlandeses. Un año duraron de casados y no tuvieron hijos. Guty
apenas tenía 26 años cuando lo asesinó el español Ángel Peláez
Villa, quien, tras cumplir una sentencia en prisión, fue deportado a
España.
INOLVIDABLE “PEREGRINA”
Hace 103 años el maestro Luis Rosado Vega dedicó unas horas para
cumplir los deseos del gobernador Felipe Carrillo Puerto, quien
estaba enamorado de la periodista norteamericana Alma Reed,
quien inspiró al compositor de la romántica canción “Peregrina”.
El exquisito y romántico trovador Ricardo Palmerín fue invitado, por
su amigo Luis, para que musicalizara las estrofas del poema, porque
era eso, un poema.
Independientemente de que Carrillo Puerto quedara complacido,
para la corresponsal del New York Times, la mujer “de ojos claros y
divinos, de mejillas encendidas de arrebol, labios purpurinos,
radiante cabellera y semblante encantador”, Alma Reed, fue un
tributo que jamás esperaba.
“Arrebol” es el color rojizo de las nubes al amanecer o al atardecer
y es un adjetivo poético que se refiere al color rojo. La verdad,
acudí al diccionario, pues desconocía el significado de la palabra.
RICARDO PALMERÍN, PRODIGIO INFANTIL
Yucatán, cabecera de la Península localizada en la parte alta del
extremo Sur de nuestro País, tiene una historia que data desde los
tiempos de la gloriosa Cultura Maya hasta estos días del Siglo XXI.
Tekax, Pueblo Mágico, a 115 kilómetros de Mérida, vio nacer, el 3
de abril de 1885, a Ricardo Bernabé Palmerín Pavía. Desde su
infancia demostró su gusto por la música. Lo clasificaron como un
niño prodigio y pronto lo demostró.
Un año antes de que terminara el Siglo XIX, el jovencito Palmerín
compuso su primera canción y la tituló “Hay una Virgen” y vendrían
más de cuarenta, pero su especialidad fue musicalizar los poemas
de sus amigos. Había cumplido 14 años y junto con su familia ya
radicaba en la capital yucateca.
Para el año 1922 Ricardo Palmerín estaba reconocido como un
trovador autodidacta. De oído, como se dice, aprendió a tocar
magistralmente la guitarra, el violín y el piano. Era carismático, muy
sociable, amiguero y bohemio nato.
Transcurrieron 102 años para que el gobierno de Yucatán expidiera
el decreto declarando 1987 Año de Ricardo Palmerín, estaba creada
la Sociedad Artística con su nombre. En el Museo de la Canción
Yucateca, hay una sala dedicada a Palmerín. En la Plaza Santa Lucía
hay un busto. Sus restos descansan en el Panteón Civil de Mérida.
ÍDOLO EN LA CAPÍTAL MEXICANA
Después de pasar sus primeros diez años de Tekax, vivió en Mérida
y en los años 30, por sus relaciones artísticas, con el doctor y
cantante Alfonso Ortiz Tirado, Palmerín fue invitado a viajar al
Distrito Federal y retornó a su terruño en 1935.
El hijo del capitán michoacano Bernabé Palmerín Hernández y de la
yucateca Feliciana Pavía Herrera, musicalizó más de 200
composiciones de ilustres poetas yucatecos. Los jueves, por la tarde
noche, en el Parque de los Trovadores, la gente sigue asistiendo a
las románticas veladas.
Don Bernabé fue su maestro de guitarra. Con su guitarra, el joven
seguía al papá. Curiosamente después Palmerín era “maestro” de
oídas de Guty Cárdenas, según comenté antes.
Integrante de la Trova Yucateca, Ricardo escuchó el bambuco
colombiano y creó el propio, el de raíces yucatecas, al musicalizar
“El Rosal Enfermo”, de Lázaro Pérez Pintos; Semejanzas, del
zacatecano José Armida; Novia Envidiada, de Roberto Sadat
Morales.
Precisamente con ese ritmo se dio a conocer en la radiodifusora, la
XEW. Tuvo contratos en los Teatros de Revista y grabó discos, cuya
venta fue copiosa, si se toma en cuenta la época en que no había
tocadiscos en todos los hogares.
ÁLVARO SE TITULÓ AGRÓNOMO
Álvaro Carrillo, el hombre que cambió su profesión de ingeniero
agrónomo por la doble de compositor y cantante, era entrañable
amigo del ingeniero Norberto Aguirre Palancares, enamorado de
las noches bohemias.
Originario de la Costa Chica de Oaxaca, de Cacahuatepec, Alvaro
estudió la Primaria en su pueblo y después pasó al Internado
Agrícola Indígena de San Juan Amuzgo, donde curso lo equivalente
a secundaria e hizo examen de admisión para ingresar a la Escuela
Nacional de Agricultura, en Chapingo, Estado de México. Se tituló
en 1945.
Fue hijo de Francisco José Carrillo Jiménez y de la mulata Candelaria
Morales, nativa de Juchitán; ella murió cuando Álvaro tenía cinco
años, en 1924, y su papá se casó con Teodora de Alarcón y el chico
adoptó el apellido de ella, quedando registrado como Álvaro
Genaro Carrillo Alarcón.
Compositor, cantante y agrónomo, autor de pasodobles, chilena,
bambuco, rancheras y boleros, Álvaro Carrillo alternaba su tiempo
como empleado en la Comisión Nacional del Maíz. Ya había
compuesto su primera canción, “Celia, La Amuzgueña”, compañera
de estudios de la que se enamoró, pero ella tenía novio.
A su primera hija le puso por nombre ENA, suena muy femenino,
porque Carrillo estaba enamorado de su Escuela Nacional de
Agricultura, a la que le dedicó “La Llorona Chapinguera” y “Adiós
Chapingo” que sus compañeros lo consideraron como himno.
SABOR A MÍ, PELÍCULA
Su vocación era la composición de canciones y la interpretación de
las mismas, en el medio artístico lo conocieron como “El Maestro” y
entre los agrónomos conquistó muchas amistades, como la de
Aguirre Palancares, a quien le regaló una chilena titulada
“Pinotepa”, lugar de nacimiento de su amigo.
Establecido en la Ciudad de México, el oaxaqueño incursionó en la
radio, fue contratado en teatros de revista, lo llamaban a
actuaciones privadas, hizo presentaciones en centros nocturnos. En
una ocasión cantó para el presidente Adolfo López Mateos y recibió
un cheque en blanco, advertido que lo llenará “pero no seas
abusivo, ponle lo que quieras”, le dijo su cliente.
Contaba que su canción Sabrá Dios, tuvo un origen muy curioso.
Llegó a una oficina de Correos para comprar un timbre postal y
preguntó a la empleada: “¿Cuánto es señora?” y le respondió:
“Señorita, por favor”. En su casa, por la noche, escribió la letra de
esa popular canción.
Entre sus preferidas estaban “Amor Mío” y “Arrullo” que dedicó a
dos de sus hijas. La que lo hizo internacionalmente famoso fue
Sabor a Mí, éxito rotundo en Japón, donde la interpretó Yoshiro
Hiroshi, quien la grabó en una casa editora del Distrito Federal.
Casi veinte años después de su muerte, el nombre de Álvaro
Carrillo sonó fuerte en los sets cinematográficos. Rene Cardona Jr.
dirigió la película “Sabor a Mí”, basada en la composición del
oaxaqueño. Fue en diciembre de 1988.
Elegida la canción “de uno de los mejores compositores de
México”, se reunió un elenco de primera. José José interpretó al
estudiante de Chapingo, al agrónomo y al cantante; Carmen
Salinas, la dueña del prostíbulo “Casa La Bandida”, Jorge Ortiz de
Pinedo (“Pepe Jara”) y Rafael Amador, los amigos de Álvaro.
También participaron Angélica Aragón (esposa de Álvaro), Gustavo
Rojo, Miguel Ángel Ferriz, Mónica Prado y Bárbara Gil. La
musicalización fue de Pedro Plascencia Salinas, hijo de Carmelita
Salinas.
“La Mentira” o “Se Me Olvida”, interpretada por Pepe Jara, fue
otro de los éxitos del nacido en la ranchería El Aguacatillo, en las
costas de la Antigua Antequera.
SU MUERTE ACIDENTAL
La noche del 3 de abril de 1969, Álvaro regresaba con su esposa y
dos de sus hijos. Habían estado en la toma de posesión del profesor
Caritino Maldonado Pérez, gobernador de Guerrero. El retorno
parecía sin problema alguno.
A la altura del kilómetro 28 de la autopista Cuernavaca-México, un
vehículo que circulaba en sentido contrario “saltó” y se estrelló
contra el auto de la familia Carrillo Inchástegui. El chofer murió
inmediatamente.
Álvaro y su esposa Ana María Inchástegui fallecieron, con
diferencias de horas. Sus dos menores hijos resultaron con lesiones
no graves. La tragedia se difundió en las estaciones de radio y en la
televisión. Hubo condolencias del pueblo. Los cuerpos recibieron
sepultura en el Panteón Jardín, en el Lote de Compositores.
Seguimos escuchando sus canciones en las voces de Luis Miguel,
Marco Antonio Muñiz, Tania Libertad, Gloria Estefan y en
grabaciones de Javier Solís, de la Sonora Santanera, de Doris Day,
de Los Hermanos Reyes, de Manzanero, de Pepe Jara y de Eydie
Gormé.
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