Mientras el sol se ponía en el Abierto de Francia y el español Carlos Alcaraz celebraba el triunfo del domingo, una nueva carrera se ponía en marcha en Roland Garros para transformar las emblemáticas pistas de tierra batida roja en deslumbrantes sedes olímpicas en cuestión de semanas.
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Elegido en 2016 para ser una de las 41 sedes de los Juegos Olímpicos de París 2024, Roland Garros se enfrenta ahora a la exigente tarea de cumplir las meticulosas normas establecidas por el Comité Olímpico Internacional y los organizadores de París 2024.
El reloj sigue corriendo, con seis semanas para convertir el Grand Slam de tenis en un escenario digno del mayor espectáculo deportivo del mundo.
La transición requerirá una «sede limpia», en la que se oculten todas las marcas distintivas de Roland Garros y se sustituyan por los anillos olímpicos y el logotipo de la ciudad anfitriona.
Christophe Fagniez, director general adjunto de la Federación Francesa de Tenis que supervisa el proyecto olímpico, describe la transformación como una mezcla de «camuflaje y exhibición».
El 20 de julio, cuando los atletas empiecen a entrenarse, Roland Garros estará inundado de los vibrantes colores de los Juegos Olímpicos.
En primer lugar, el equipo del torneo deberá desmantelar los puestos de comida, los rincones de ocio y todo lo que pueda llevar la marca Roland Garros.
El cambio de imagen olímpica se prolongará hasta mediados de julio. Después, un exhaustivo control de seguridad allanará el camino para la llegada de los atletas.
Aunque el plazo de seis semanas es más generoso que las tres semanas asignadas a la transformación de Wimbledon para los Juegos de Londres 2012, el reto sigue siendo inmenso.