La enfermedad vascular cerebral (EVC), también conocida como ictus, es una emergencia médica que debe atenderse durante los primeros minutos para evitar secuelas irreversibles o fallecimiento. Esto es particularmente importante en una población con alta prevalencia de diabetes e hipertensión arterial sistémica (HTAS), como México.
Cabe hacer mención que en 2021 el ictus en México fue la séptima causa de muerte en población en general al ocasionar 37,453 decesos[3], la mayoría en hombres mayores de 65 años, conforme a datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). En el mundo es la primera causa de discapacidad en personas adultas.
Nueve de cada 10 individuos con predisposición a sufrir el evento de EVC pueden evitarlo, dado que la causa principal radica en la HTAS. Esta condición es responsable de que entre el 30.9% y el 49.9% de las personas con HTAS acaben desarrollando un episodio de ictus.
En nuestro país la prevalencia de esta enfermedad es de 118 casos por cada 100 mil habitantes, lo que representa 170 mil nuevos pacientes al año, de los cuales 20% puede fallecer en los primeros 30 días, y siete de cada 10 quedarán con alguna discapacidad[4]. Además del impacto físico, emocional y cognitivo del accidente cerebrovascular, los pacientes también pueden enfrentar desafíos financieros.
Según la Asociación Americana del Corazón (American Heart Association), se gasta un promedio anual de 45,500 millones de dólares (mdd) en costos directos e indirectos de los eventos vasculares cerebrales. De este monto, se gasta 7,900 mdd en hospitalizaciones, 2,400 mdd en consultas ambulatorias en el hospital y 8,200 mdd para atención médica domiciliaria.
En México los impactos socioeconómicos, dan lugar a consecuencias devastadoras: los costos de un accidente cerebrovascular motivadas por la estancia hospitalaria fue un gasto total de casi 56 millones de pesos (mdp). El costo del consumo farmacéutico total ascendió a 4 millones 842.52 pesos, y el costo por radioimagen de 27.23 pesos. La principal fuente de gasto fue el hospitalario, con un 85%, seguido de los fármacos (8,7%) y los estudios de radioimagen (7,2%). Todos estos pacientes cerebrovasculares que ingresaron al Servicio de Medicina en este período gastaron del total del presupuesto un 9.08 por ciento.
Recientemente el Dr. Rolando Castañeda y la Dra. Irene Aguilar García, quienes son investigadores de la Universidad de Guadalajara, han sumado sus esfuerzos científicos a la Universidad Hebrea de Jerusalén en la investigación por una mejor calidad de vida de los pacientes al realizar experimentos pioneros en el estudio de la protección neuronal en evento cerebrovascular.
Es importante decir que la Dra. Aguilar García es profesora del Centro Universitario de Ciencias de la Salud de la UdG. Es licenciada en Biología por la misma universidad y cuenta con un doctorado en Ciencias Biomédicas con Orientación en Neurociencias de la UdG. Es miembro del SNC. Por su parte, el Dr. Castañeda es profesor titular A del Departamento de Ciencias Biomédicas, del Centro Universitario Tonalá (CUT), de la UdG. Es jefe del Laboratorio de Farmacología de la División de Ciencias de la Salud, CUT.
Hasta ahora los resultados que han encontrado el Dr. Castañeda y la Dra. Aguilar son alentadores y muestran que los ratones que reciben Omega 5 nano (GranaGard) protegen sus cerebros en un 16%, los procesos de memoria se preservan un 25% más y aumentan en un 62% la rapidez en sus movimientos al compararse con el grupo de animales sin protección.
El trabajo hasta ahora se encuentra en un 80% de avance y ya se ha publicado en medios nacionales, como el foro organizado por la Academia Mexicana de Enfermedad Vascular, y próximamente, se hará lo propio en el Congreso Internacional de Cerebro. Los estudios con Omega 5 nano (GranaGard) ya se realizan en pacientes con resultados muy alentadores para la comunidad médica.